Aquellos inviernos, historias de barrio; por Dardo Sellanes.

Los inviernos tenían un dejo de melancolía en aquellos años. Por eso, cuando hoy me quejo del frío y la ola polar y los días de lluvia no puedo evitar trasladarme imaginariamente a aquellos días de junio, julio y agosto en los que, los temporales eran temporales, los fríos eran fríos y los días demasiado cortos cuando se es gurí y para jugar estaba la calle, la vereda o el campito, lugares imposibles en esos días por el simple motivo que ninguna de nuestras mamás nos daba permiso para «semejante disparate». Entonces había que inventar. Dibujar, calcar, leer alguna Patoruzito o similar y por un rato, solo un rato, la tele. Algo de Los Picapiedras, El Lagarto Juancho, Los Supersónicos, Leoncio el leon y Tristón, La tortuga D´artagnan entreverado con algo de Bonanza, El Gran chaparral y una vez a la semana Titanes en el Ring. TV blanco y negro, programación que arrancaba a las cinco de la tarde. Era lo que había. Busque algo para entretenerse, decía la Pocha. Siempre me pregunto porque mamá, marcando autoridad, me trataba de «usted». Busque, venga, traiga, haga caso, pórtese bien. Así era la cosa, pero siempre con afecto, con cariño. Pienso que él usted marcaba la distancia sin recurrir al grito. Así era mamá. Pero volviendo al frío, no me olvido que en aquel tiempo caía una gota y se cortaba la luz, un poco de viento y apagón. Ahí si habia que usar la imaginación para hacer algo a la luz de la vela o simplemente acostarse a dormir temprano. Y para calefaccionar la casa no mucho. Alguna estufa a querosene o como hacían los abuelos, dos ladrillos sobre el primus. Eran otros tiempos sin Ciclones extratropicales, sin olas polares, sin sensación térmica. Era lo que decía Servetto en la CW 41: «Mucha lluvia, gran helada, frio extremo». Aunque siempre estaba el dicho: Si Servetto dice lluvia, salí con lentes de sol.