Historias de barrio por Dardo Sellanes.

La canchita era nuestro orgullo. Todos los gurises nos habíamos puesto el cuadro al hombro y, que el equipo llevara el nombre del barrio era inigualable. La infraestructura era cuidada día a día. Arcos que, de caña, pasaron a ser de madera. Banderines en cada rincón del corner. Bastante prolija marcada con cal que traíamos de la Calera 33. Y las iniciales del Club que pintamos en los portones del granero pegado a la cancha separado únicamente por una vía interna que iba a otro granero. Después de haberle cambiado, cómo conté en otro relato, el nombre del club, por razones obvias. Es que Club Atlético Granero Oficial, con las siglas CAGO, lo que nos había traído el rezongo de algún vecino, lo tuvimos que cambiar por GOFC. Granero Oficial Futbol Club que quedaba más digno por llamarlo de alguna manera. El único problema del campo de juego era cuando venían esas lluvias de verano antes de un partido. Llovía y llovía y el campito se inundaba. Totalmente se llenaba de agua que nos daba hasta arriba de los tobillos. El jugar con tanta agua en la cancha y con el calor de verano no dejaba de ser distinto y divertido. Agua y barro hasta las orejas , pelota que no pica, gurises negros de agua marrón en día de alta temperatura se convertían en una mezcla única. Pero así como nos animabamos a mucha bandideada, todos les teníamos miedo a los sapos y los escuerzos que eran como un sapo musculoso. Entonces, antes del partido teníamos que limpiar de esos bichos. Palo de escoba con clavo en la punta y salíamos a recorrer el lugar. Eran decenas que ensartabamos y tirabamos para los costados. Hoy lo recuerdo cómo algo medio cruel pero, las ideas no nos daban para otra cosa. Cuando considerabamos limpio el rectángulo de juego ya quedaba pronto para el partido. Esa vez nuestro rival era el equipo del parque Rodó. Yo golero de basta experiencia en todo tipo de cancha estaba aburrido porque con tanto agua la pelota no llegaba a los arcos. Ya era tanto el rato que llevábamos jugando que decidimos el clásico «El que haga el último gol gana» que en ese partido sería el único. Pelota que viene mansita, el Dardo que se tira para hacer pinta y embarrarse un poco más y en vez de balón engancha machaso sapo entre las manos. El susto no dió para pensar que entraba tranquila marcando el gol de los contrarios. Y ahí quedé, sentado mirando la pelota, con la sensación áspera de sapo entre las manos y las críticas del equipo.:Que marica!!! No atajas más.