Hace poco más de dos meses se produjo en San José, en una estancia en San Gregorio, un caso de abigeato con el robo de 12 ternero vivos. En esa oportunidad habían desparecido unos terneros raza Angus, recién paridos y se ubicó un ternero atado de las cuatro patas con piolas y una cinta negra cubriéndole el hocico, esto para evitar que balara al separarlo de la madre y ser descubiertos los ladrones. Hoy se sabe que fueron trasladados a otro establecimiento para ser criados y vendidos como propios.
Estos casos se están repitiendo en diversos puntos del país, con diferentes modalidades: faenas dentro del propio campo o en otro lugar y robo de animales que son arreados. El aumento de las denuncias de abigeato del 14 % respecto de 2024 ha producido mucha inquietud en el medio rural. Hay menos faenas en el lugar y más robo planificado de animales vivos como el de San José.
Esta situación preocupa a las autoridades y a las gremiales agropecuarias que han expresado los perjuicios que causa el abigeato, no sólo económicos, sino también sanitarios ya que se comercializa la carne sin cadena de frío controlada y, más grave aún, el animal faenado podría estar enfermo o con medicación en sangre, que no sea apta para el consumo humano.
La eficacia del trabajo de prevención y represión depende de la mayor coordinación entre los ministerios del Interior y de Ganadería, con la formación constante de los efectivos policiales a través del Sistema Nacional de Información Ganadera y la trazabilidad precisa de cada animal, así como que la Dirección Nacional de Seguridad Rural cuente con los recursos humanos y materiales necesarios y suficientes para cumplir su tarea correctamente en tiempo y forma.

