El recuerdo en sus manos

Nació en Montevideo un 25 de febrero de 1948 pero de muy pequeño se radicó en San José de Mayo. Vino al mundo con esa “chispa” genial que se potenció en el sacrificio y el trabajo a destajo (de nada sirve el talento sin esfuerzo y autoexigencia). Una línea ética y estética que se fue avivando en su camino autodidacta y lo fue acercando a la gente desde la primera muestra en el Museo Departamental en 1980 (allí regresó en 2013 para presentar una fascinante Retrospectiva); pasando por la primera vez que expuso en Montevideo en 2007; hasta sus giras por el interior donde siguió avivando ese “fuego sagrado” (con la sabiduría de los años y el perfeccionamiento del oficio) que habita en los monumentos de “Paco” Espínola en el Centro; del “Trabajador Rural” en los accesos de la ciudad, de Pablo Bengoechea en Los Aromos o del “Caballo Criollo” en Tacuarembó; que está en la serie escultórica sobre los personajes icónicos del carnaval; en sus míticas mujeres; en sus caballos inquietantes; en sus osados barcos; en sus versiones en tres dimensiones de los dibujos de Nelson Romero; en la restauración de las obras de Nantes y en tantas realizaciones que entraron por los ojos para emocionarnos de la cabeza a los pies.

 

Como todo buen artista vivió para ver mucho donde otros no ven nada. Fue un escultor singular cuya vocación fue hallarle un sentido artístico a lo que todos desechamos o consideramos basura. Heber Riguetti siempre creyó que “nada se pierde, todo se transforma”. En tanto la cultura del consumo tiene el deber de usar y tirar, el se reservó el derecho de recoger y crear.

 

Contradijo a un mundo en el que el ciclo vital de las cosas es cada vez más limitado. La línea creativa del escultor maragato combatió a las etiquetas de “fecha de vencimiento”. Al fin y al cabo la razón del arte es perdurar. Un artista procura inmortalizarse en sus creaciones; en consecuencia sabe jugar con esos límites entre lo útil y lo inútil, el desecho y el hecho, la vida después de la vida.

 

Riguetti fue un trabajador incansable del arte que le dio una segunda vida (artística) a la chatarra, a aquellos objetos rotos o incompletos que nadie quiere. Esa fue su materia prima, el origen de sus búsquedas escultóricas, haciendo dialogar –talento y sensibilidad mediante- los elementos que tenía en su taller.

 

Si bien basta con ver sus obras (de pequeño, mediano y gran porte) para sentirlo cerca, en “Contr@seña” quisimos recordarlo a través de sus propias palabras… O del arte de sus palabras. Al conmemorarse un año de su muerte, compartimos aquí una de las tantas entrevistas que le realizamos. Esta fue especial porque se produjo poco antes de inaugurar su Retrospectiva en 2013 en el Museo Departamental. Así que veámoslo charlando para nuestro programa de TV, rodeado por sus creaciones, para que el recuerdo vuelva a estar en sus manos…

 

Diego Sebastián Maga

 

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