Historias de barrio por Dardo Sellanes.

En tiempos en los que la tecnología nos supera en todos los aspectos, desde canales HD, televisión satelital, decenas de canales a nuestra disposición las 24 horas, poder acceder a los mismos desde cualquier dispositivo es lógico concluir que se avanza tan rápidamente que los humanos optamos por dejarnos llevar por la correntada. El tiempo vuela, literalmente, todo es más rápido, es la época de la inmediatez. Quien no se pone medio loquito cuando se corta el cable o internet? Parece que se nos va la vida en ello. Todo tiempo pasado sin dudas no fue mejor pero si que fue distinto. Muy distinto. Y como para muestra basta un botón tengo tan clarito allá por el 67. Yo tenía 5 años y Joel 11. En casa había carencias, mamá era medio ministro de economía para estirar los pesos hasta fin de mes y nunca nos fuimos a la cama con la barriga vacía. Papá supo tener una motoneta marca Bambi, una mala imitación de la famosa marca italiana Vespa. Lo que más recuerdo de el birrodado era su tapizado tipo piel de leopardo y lo poco que duró. No sé que negocio hizo el cebolla pero así como un dia desapareció la moto casi enseguida trajo a casa un televisor. La televisión en esos años no era para todo el mundo. Y en casa teníamos una. 24 pulgadas, caja imitación madera, pantalla curva, marca Galaxi, con tuvo de imagen americano, su mesita de hierro cromado y el famoso estabilizador que era una caja metálica que siempre se tenía que encender antes que la tele porque se podía quemar con un golpe de corriente. El tubo de imagen era como el corazón del aparato. Se rompía y ya no había tu tía, adiós . Época de 4 canales, programación que arrancaba a las 5 de la tarde y porsupuesto blanco y negro. La pocha era buenaza y siempre dejaba que los gurises se juntaran para ver los dibujitos. El lagarto Juancho. La tortuga d´artagnan. Leoncio el león y tristón. Los Picapiedras, Los Supersónicos y el mejor del mundo mundial: Pilan. Con Pilan aprendimos a tomar la leche de una. Si lo decía Pilan ya bastaba. Era la época de una hora de televisión y a jugar a la calle. La niñez era escuela calle tele deberes y así siempre. Un día la tele no encendió. Solo aparecía un puntito brilloso y nada más. Hora de llamar al técnico. Cuando apareció el hombre, bajito, túnica celeste, maleta, lentes con mucho aumento fue recibido como una eminencia. El don desarmó atrás y el silencio era sepulcral. La cantidad de lucecitas adentro de la tele parecían una ciudad. Después de mucho observar dió su diagnóstico: se quemó el tubo de imagen. La peor de las noticias. Había que acostumbrarse. La Galaxi nos había entretenido por muchos años. Y a la pocha también, cómo lagrimeaba con » la galleguita». Pensé que la iba a extrañar más pero a los pocos días entre pelota, bolitas y escondidas ya lo había superado.