Relatos de barrio. Otros tiempos, muchas historias.

El permiso para ir al campito frente a casa de noche se daba solamente en verano. Aún con los ojos abiertos miro un punto fijo pienso y me traslado mágicamente a ese tiempo. Y como torbellino vienen las imágenes. Siempre afirmo que sería muy arrogante decir que todo tiempo pasado fue mejor. No lo sé. Pero tengo claro que era distinto, más natural, más puro aun en las travesuras, más humano. Primavera casi verano y después de la escuela, cuando ya nos cansabamos de la pelota venía el momento que la canchita se vestía de colores. Primero pasaban los alguaciles o helicópteros como les llamábamos y casi de inmediato, desde el suroeste siempre. decenas de miles de mariposas, sin exagerar. Y pasaban y pasaban. Con ramas de chilcas nos dedicábamos a atrapar algunas que poníamos en bollones, antesala de una muerte que, desde nuestros ojos de niños no la veiamos como algo malo. Era nuestro entretenimiento. Y volviendo a la noche, con las temperaturas mas agradables los vecinos se sentaban en la vereda a conversar y de paso todos nos cuidaban a los que en el campito, entre las dos vías nos veiamos rodeados por miles y miles de bichitos de luz que centelleaban a poca altura. Y ahí nuevamente los bollones eran el lugar donde iban a parar para, después de juntar una cantidad considerable, transformarlo en una lámpara. Lámpara que nos entretenía hasta que al igual de las mariposas, se morían o en el mejor de los casos los dejabamos ir. Calorcito, vecinos que eran casí familia y chiquilines que más que amigos éramos los hermanos de la calle. Esas calles que nos vieron crecer entre juegos y travesuras. Esas calles que cuando hoy paso por ellas solo tienen el recuerdo de un tiempo que no volverá.

Escrito por Dardo Sellanes.